sábado, 21 de agosto de 2010

 Había soñado con él más veces, pero nunca interactuado palabra alguna. Porque al fin y al cabo, no se puede hablar con tus sueños, ¿no? Busqué información en la red a cerca del significado de los sueños, pero no encontré nada de sincera utilidad. Llevaba varios días sin dormir a causa del miedo. Del miedo a soñar. Quizá era algo exagerado, pero toda yo era exagerada. Exagerada en torpeza, en fealdad y soledad. Esas eran mis características principales y las cuales aceptaba con resignación.

 La última vez que hablé con él, me dijo su nombre. Dorian. Era bonito y elegante. Dorian. Sonaba bien en mis labios.

-Dorian-digo en voz alta frente al espejo.

 Frunzo el ceño al darme cuenta de que estoy empezando a hablar sola y a repetir el nombre de alguien inexistente. Pero es que Dorian era tan guapo... Con su pelo rubio cayéndole en cascadas por la frente, sus finos y sonrosados labios formando una sonrisa perfecta, su nariz recta como un acantilado, sus pómulos marcados... Dorian era el chico de mis sueños. Irónico. Soñaba con el chico de mis sueños, ahora entendía la frase con claridad.

 Vuelvo a la cocina a preparme otro café para no dormir. Miro el reloj y me doy cuenta de que son las tres y media de la madrugada. Otra noche larga, sin nada que hacer a excepción de pensar en el lugar donde ha quedado olvidada mi racionalidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario